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¿Se puede vivir en una casa de menos de 35 m2?

22 May 23

Enfocaremos esta pregunta para aquellas viviendas no aisladas y que forman parte de una edificación ya existente, a las llamadas "residuales", y no a las que se encuentran aisladas tipo modulares o nómadas, que tan de moda están ahora y que, a mi parecer, no dejan de ser caravanas tuneadas.

La red está plagada con miles de ejemplos de este tipo de "construcciones" que, desde mi punto de vista, no resuelven el problema y solo dan una solución utópica.

El problema de la vivienda mínima es ya un viejo conocido dentro del mundo de la arquitectura y por ende, del mundo inmobiliario, de hecho la definición de vivienda mínima tiene cierta similitud con la de vivienda social. Una vivienda de dimensiones reducidas con un bajo coste de construcción y asequibles para personas con una renta baja.

Es a principios del siglo XX cuando se comienzan a analizar e investigar modelos de viviendas que resolvieran el problema del aumento de la población en zonas ya consolidadas. En el año 1929 se convocó en España el "Concurso de la Vivienda Mínima" con el fin de presentar al ganador al Congreso Internacional de Arquitectura Moderna de Frankfurt de ese mismo año, el "Existenz Minimum". Dicho concurso lo ganó el arquitecto José Mª Rivas Eulate por, textualmente, "la reducida dimensión de las habitaciones". Teniendo en cuenta que la vivienda tenía cuatro habitaciones, el concepto de vivienda mínima distaba mucho del que tenemos en la actualidad, quedando aún muchísimo camino por recorrer.

La famosa GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles de la Arquitectura Contemporánea)  publicó en 1932 lo que entendían como "vivienda Mínima", en donde indicaban una serie de necesidades básicas a cubrir resumidas en cinco puntos:

  1. Renovación de aire, luz y sol.
  2. Higiene.
  3. Planta orgánica que facilite la vida.
  4. Mobiliario a escala humana.
  5. Aislamiento de los agentes exteriores.

Si nos paramos a analizar un momento estos cinco puntos no parece que fueran muy desencaminados, ni que se estuvieran postulando directrices disparatas. Es más, por su coherencia, son puntos de obligado cumplimiento a la hora de proyectar y ejecutar una vivienda, tanto mínima como convencional, y no solo hace ya casi un siglo, sino también en nuestros días.

No es hasta mediados del siglo pasado cuando realmente se toma conciencia de la situación y surge el debate sobre el modelo o la estrategia a seguir en ciudades ya colapsadas por una alta densidad de ocupación, como por ejemplo Tokyo. Es aquí donde se toma como ejemplo el modelo seguido por los hoteles, unidades habitacionales en torno a un sistema de equipamientos y servicios comunes, llegando incluso a soluciones tan extremas y excéntricas como las famosas "cápsulas-dormitorio", un auténtico disparate.


Pero ¿Dónde situamos lo mínimo?, ¿Donde está el límite de lo reducido?, ¿Donde está el límite que permita a una persona disfrutar de su espacio, de su hogar, en definitiva de su vida? Si lo dejamos en manos de los promotores tendría fácil solución, su idea de vivienda mínima se reduce simplemente a que en un solar donde se pueden hacer cuatro viviendas, se hagan finalmente cinco, sin importarle lo más mínimo el resultado espacial, no así el económico.

La tendencia a construir y edificar viviendas de menor tamaño está en alza, tanto es así que existen normativas que regulan las dimensiones mínimas que deben tener las estancias. Es una tendencia en alza porque la reducción de los costes de ejecución es considerable, cuando curiosamente su precio aumenta a la hora de vender. Lo pequeño se cotiza muchísimo más.

Como se señala al principio del artículo son muchos los factores que influyen a la hora de contestar la pregunta de si se puede vivir en 35 m2. Si tomamos como ejemplo el de una pareja o una familia con un hijo, en mi humilde opinión la respuesta es sí, se puede vivir en un espacio de 30-35 m2.

De todas formas la respuesta a la pregunta no es tan sencilla, porque se puede vivir en estos espacios reducidos pero no eternamente. Con el paso del tiempo la aparición de episodios de claustrofobia se torna inevitable, ya que de manera temporal uno se puede hacer a estos espacios, pero no de manera definitiva, y si no les invito a que hagan la prueba.

A la hora de proyectar y diseñar este tipo de viviendas, es tan fácil como aplicar de manera correcta los cinco puntos postulados por la GATEPAC, teniendo la vivienda una forma y dimensiones organizadas y, sobre todo, funcionales que faciliten la vida de las personas en un espacio reducido. Es precisamente la organización de este espacio el que nos condicionará la comodidad, buen uso y disfrute de la vivienda.

Dicho espacio puede y debe ser además orgánico, es decir que comparta diferentes usos en una misma estancia. Esto lo conseguimos gracias a la utilización de elementos móviles que no condicionen o limiten dicho espacio, haciéndolo más diáfano. Así mismo lo podemos extrapolar no solo a los espacios, sino al mobiliario que lo ocupa, teniendo el mismo objeto diferentes usos y convirtiéndolo en una pieza multifuncional.

La organización no solo se debe de aplicar en planta, sino también en altura, de tal manera que no solo se organice la superficie, también el volumen. Existen espacios en altura que pueden ser aprovechados y que mejoran y desahogan los espacios en planta.

Sin centrarnos únicamente en el interior de la vivienda, el poder vivir en estos espacios reducidos debería de ser más llevadero si en la edificación existieran zonas comunes abiertas que supongan un desahogo o un disfrute de sus ocupantes, en donde los mismos interactuasen entre sí o que simplemente funcionen como una especie de salida temporal a la rutina o a la monotonía espacial.

Aunque siempre viene bien el estar aconsejado por un profesional, no es necesario ser arquitecto para aplicar el buen gusto y, sobre todo, el sentido común. El espacio que ocupamos debe de ir acorde no solo con nuestro estilo de vida sino con nuestras necesidades actuales. No es mas que aplicar la racionalidad y plantear soluciones imaginativas y coherentes, convirtiendo una vivienda mínima en una vivienda deseable.

**Fuente: Idealista



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